Cuando piensas en un conflicto, ¿qué te viene a la mente?, ¿es algo que intentas evitar?, ¿algo que temes?, ¿lo asocias con palabras como "alguien se lastima" o "pelea"?
La cosa es que el conflicto es una parte inevitable de la vida. No debes preguntarte, "¿Experimentaré un conflicto?", Sino más bien, "¿Cómo manejaré un conflicto cuando suceda?"
En general, hay dos formas de "resolver" un conflicto: manejarlo a solas o con otras personas. Los libros de resolución de conflictos tienden a apoyarse en este último con la comunicación, la resolución de problemas y la colaboración como el principal medio para manejar el conflicto.
Las tácticas probadas en este dominio incluyen:
- Separar a la persona del problema
- Hacer preguntas abiertas
- Escuchar activamente
- Diferenciar el interés de las posiciones.
- Proponer opciones para beneficio mutuo.
Sin embargo, no hay mucha literatura sobre disputas de autogestión. Esto es sorprendente, ya que un conflicto es, ante todo, una percepción de incompatibilidad, que frecuentemente comienza y termina en nuestras mentes.
Las condiciones como las asimetrías de poder, la ansiedad por el conflicto y el mal momento, nos impiden abordar las dificultades con los demás. Pero pocos de nosotros estamos equipados de forma natural con las herramientas para autogestionar los conflictos, por lo que terminamos contándonos historias problemáticas que empeoran todo.
En lugar de hacer eso, prueba estas tres maneras de lidiar con el conflicto:
1. Para domarlo, ponle nombre
Las emociones negativas son el pegamento que mantiene unido un conflicto. La gente a menudo habla de "perder" su temperamento o de tener la sensación de obtener lo mejor de ellos. Estas frases demuestran el poder y la fuerza que pueden tener las emociones en un conflicto.
Una de las formas más simples y efectivas de controlar sus emociones es ponerle un nombre o darles una etiqueta. Etiquetar una emoción, en contraste con suprimirla o gritarla, reduce su intensidad. Nombrar el sentimiento te permite recuperar la compostura, repensar el problema y tomar mejores decisiones.
Las personas que mejor regulan las emociones, son aquellas que pueden ir más allá de la superficie. En lugar de decir simplemente "Estoy molesto", reconocen y etiquetan los matices de sus sentimientos, es decir, traición, falta de respeto, decepción, atasco, frustración, etc.
Susan David, la autora de Emotional Agility, recomienda hacerse las siguientes preguntas cuando sientas que las emociones se apoderan de ti:
- ¿Qué es lo que estoy experimentando exactamente?
- ¿Cuál es la emoción debajo de la emoción?
- ¿Cuáles otras dos emociones estoy experimentando?
2. Cuenta una mejor historia
Muchos de nosotros también prolongamos los conflictos contándonos historias problemáticas.
Haz una pausa por un momento y piensa en el último conflicto significativo por el que pasaste
- ¿Tuvo un principio, medio y final?
- ¿Cómo comenzó? ¿Quién lo inició?
- ¿Quiénes fueron los personajes: el héroe, el villano, la víctima, el salvador?
- ¿Cuáles son los temas centrales: injusticia, poder, respeto, traición?
Cuando experimentamos un conflicto, pasamos al modo de narración de cuentos. Hacemos girar las narraciones con argumentos, y con frecuencia reducimos a la otra persona en un ser humano no tan grande.
El problema con estos pensamientos, no es solo que están mal, sino que también nos hace un mal servicio. Repite el conflicto en nuestras cabezas e intensifica nuestras emociones negativas.
Siempre que exista un conflicto con alguien, pregúntate: además de ser un imbécil, ¿qué otras fuerzas influyen en el comportamiento de esta persona? ¿cómo estoy contribuyendo al conflicto? ¿qué haría yo si estuviese en sus zapatos?
Cuando te haces estas preguntas, reconoces que hay matices en la situación. Esta mentalidad te permite desarrollar más tolerancia y comprensión, y le resultará más fácil dejar ir las historias antiguas y los sentimientos asociados con ellas.
3. Da un giro de 180 grados
Otra característica interesante de los conflictos, es que se vuelven predecibles. La persona A hace algo, y la persona B reacciona, la persona A reacciona a la persona B, y así sucesivamente. A veces, la atracción del conflicto es tan fuerte que aunque ambas partes puedan predecir lo que se desarrollará, actúan como si estuvieran siguiendo un guión.
En estas situaciones, con frecuencia nos fijamos en cómo cambiar a la otra persona o personas en el conflicto, pero generalmente no nos damos cuenta de que lo primero que tenemos el poder de cambiar es nuestro comportamiento.
¿Cómo podemos interrumpir el patrón e inyectar algo novedoso en la interacción?
Haciendo un giro de 180 grados e identificando conductas problemáticas, hacer lo contrario de lo que solemos hacer. Por ejemplo:
- En lugar de ser reactivo, invita a la persona a una conversación.
- En lugar de comenzar con una acusación, muestra empatía.
- En lugar de ser crítico, sé curioso.
- En lugar de quejarse, busca alternativas de solución.
La próxima vez que te encuentres en situaciones de conflicto y necesite autogestión, piensa en seguir los tres consejos anteriores. Podrías darte cuenta de que tienes más control del que piensas cuando se trata de cómo te sientes en una situación en particular.
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