Silicon Valley ama a sus ingenieros fundadores, son miembros de la casta más alta de la región, estos empresarios convierten bits y bytes en productos digitales exitosos, y son las personas preferidas de los Venture Capitalists (capitalistas de riesgo) quienes los respaldan con inversión.
Stewart Butterfield, cofundador y director ejecutivo de Slack, la aplicación que funciona como un chat de trabajo, no forma parte del típico estereotipo de Sillicon Valley, habiéndose especializado en filosofía en vez de ingeniería o informática.
De cualquier manera, la inclusión de Slack en la Bolsa de Nueva York ha cimentado su reputación como uno de los diseñadores de productos más creativos del Valley, con participación de $1.6 mil millones en esta compañía.
"Es un fundador-líder por excelencia orientado a los productos", dice Aaron Levie, director ejecutivo de Box, una empresa de almacenamiento en la nube, como un halago hacia el patrón poco convencional en la personalidad de Butterfield que lo separa de la manada, Levie agrega: "Tiene el nivel justo de peculiaridad".
Crear un producto exitoso que se escucha a menudo en Silicon Valley, es como atrapar un rayo en una botella, las probabilidades de que ocurra son extremadamente pocas, y Butterfield ha logrado este truco dos veces.
Flickr, el sitio para compartir fotos que creó con su ex-esposa Caterina Fake hace 15 años en el firmamento de Silicon Valley, brilló intensamente, aunque con brevedad. Tres años antes de que apareciera el iPhone y seis años antes de Instagram, Flickr mostró cómo cargar y compartir imágenes podría convertirse en un nuevo foco para la actividad en línea. Solo un año después de su existencia, Flickr se vendió por menos de $25 millones a Yahoo.
Por otro lado Slack fue un rotundo éxito que logró combinar la utilidad y versatilidad de una herramienta de trabajo dentro de una interfaz amigable y estéticamente atractiva.
Mamoon Hamid, uno de los primeros inversores y miembro de la junta de Slack, atribuye el éxito de Butterfield a su visión como diseñador de productos. Eso lo convierte en un heredero del fallecido Steve Jobs, otro "no-ingeniero" con un ojo perfeccionista que fue capaz de mirar más allá de los bits y bytes para moldear los productos que la gente quisiera en sus vidas.
"Es el tipo de persona que, si hubiera vivido en la Edad Media, habría producido el bolso de cuero perfecto, con las costuras adecuadas, es un artesano", dice Hamid.
En el mundo de Silicon Valley, a menudo infestado de tiburones, Butterfield se ha ganado una reputación de ser menos feroz que muchos. Slack nació de una empresa de juegos fallida, en uno de los "pivots" más famosos del mundo de las startups. Recuperar buenas ideas de los restos tecnológicos, se ha convertido en una marca registrada para Butterfield, al igual que no haber logrado hacerlo con las compañías de juegos. Flickr también fue sacado de un juego fallido.
A sus 46 años, Butterfield tiene que rehacerse nuevamente, esta vez como el jefe de una gran empresa de software empresarial que cotiza en bolsa. Ha estado entrenando durante los últimos años sobre cómo dirigir una empresa más grande y, según Hamid, ha tenido que aprender a dirigir una gran organización de ventas por primera vez.
Butterfield ha aterrizado en Wall Street al timón de una tecnología de vanguardia, pero con la compañía más valiosa del mundo respirando en su cuello. Microsoft le pagó a Slack el cumplido de copiar su idea para una aplicación de chat, y ahora lo está presionando sobre cómo puede resistir esa embestida.
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